El paisaje y los curanderos
Cigarra y canto pupila,
el don ya no tiene nombre y todos como un tañil.
Azur y colores sin fin por la matutina atenta
y los párpados ya no amasan las horas ni se caen de niños.
Las manías circulares y las rondas de punteras se alejan de otros,
no recorre la tundra ni el bajo. Valle el del vivo.
Quiere la señora o no quiere, que es lo que escribe.
El verso muerto y el que lo llora su amo.
Todo lo mío se ha cantado, pero poco en danza dibujado.
Cuánto vive el solo sin los suyos y desarma el colibrí,
el de mil años en fe y curanderos enfilan el paisaje.
Amar en sonidos, crecer en sabores, creer en el olfato;
en cada oeste reinventado, todo el sur en tu mano.
Mis penas en la otra,
la calma en cinta trona mi noche.
La cima en cantos llora el derroche.
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